No son canas,
es que te han crecido
jazmines en el pelo
lo mismo que a la flor de la canela.
No son canas,
es que la luna, anoche,
se enredó en tus sienes
dejándose su plata allí olvidada.
No son canas,
es la pelusa de las alas de un arcángel,
que rozó tu cabeza,
cuando esperabas a tus hijos
en el alféizar de la ventana.
Sí, son canas. ¿Y qué importa?
Si te nacieron en las noches de vela
meciendo cunas
y cantando nanas.
Miguel Calvo Morillo
|