Que
hoy primoren las pausas
en
la negra batalla desigual
contra
la locura de la vida
y
se detenga la química de la comedia
en
la esencia alegre de un bombín
de
lana gris sin almidonar
y
entre el cariño incomprendido
que
te profesa la torpe amistad.
La
mirada suplicante; "¡Stanley...!
y
la cámara con hipocresía piadosa
deja
sahumar una risa maléfica
que
bufa la oronda chaqueta negra
apartando
un dolor irreal, silente.
Medito
esa mímica pausa
cada
noche, sólo ante un vídeo,
entre
humo y pijama. Y no ceso de murmurar:
"¡Gracias
gordo, gracias!"
A
Oliver Hardy (1892-1957)
Juan Carlos García-Ojeda Lombardo
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