Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 32. Primavera-2013 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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El Toril*
No sé quiénes eran, de donde venían, ni porqué hace casi dos mil años se adentraron en lo más profundo de la sierra. Se hicieron sitio en el bosque para construir sus viviendas, labrar sus panes y alimentar su ganado. Después desaparecieron en silencio, como llegaron, y el bosque volvió a recuperar su espacio, el lobo su población y el oso su corona. Pero dejaron huella. Hoy día, entre olivos y chaparros deja el monte entrever sus necrópolis, restos de viviendas y una antigua cantera casi en la cumbre del cerro, siglos después reconvertida en toril para dar su actual denominación al paraje. La cantera abre un amplio callejón en la montaña dejando altos muros verticales, toneladas de piedra movidas por manos anónimas para construir con ellas un oasis en lo más profundo de la sierra, donde el valle se abre con dificultad rodeando las altas cumbres nevadas durante gran parte del año. Numerosas fuentes alimentan el arroyo que impetuoso busca una salida entre un bosque de ribera, tan frondoso en muchas partes que apenas deja al Sol ver el agua.
Cantera-corral de “El Toril”
Hace siglos que no hay ganado en el Toril, los chaparros enraizaron entre las piedras y escondieron la cantera-corral a los ojos extraños, pero entre la maleza pervive la obra de los hombres perdidos de la Historia, de los ignorados protagonistas de la cultura olvidada, de los que picaron la piedra, de los que cuidaron los toros. Y junto a los corrales, la casa del pastor, un chozo de piedra semienterrado que supera el paso del tiempo con la dureza de un material y una técnica hechos para perdurar en el tiempo.
"¡Ya se han ido, ya se han ido! Los que habitan sus majadas ya no riman, ya no cantan villancicos y tonadas y fantásticas leyendas que encantaban mi niñez. Han perdido los vigores y las vírgenes frescuras de los cuerpos y las almas que bebieron aguas puras de veneros naturales de exquisita limpidez.
¡Ya no riman, ya no cantan! Ya no piden al viajero que les cuente la leyenda del gentil aventurero, la princesa encarcelada y el enano encantador. Ya no piden aquel cuento de la azada y el tesoro, ni la historia fabulosa de la guerra con el moro, ni el romance tierno y bello de la Virgen y el pastor.
¡He dormido en la majada! Blasfemaban los pastores maldiciendo la fortuna de los amos y señores que habitaban los palacios de la mágica ciudad; y gruñían rencorosos como perros amarrados venteando los placeres y blandiendo los cayados que heredaron de otros hombres como cetros de la paz." Los pastores de mi abuelo. José María Gabriel y Galán.
Pastores-vaqueros que no sabían escribir y eran arquitectos, que no sabían leer y ejercían de albéitares y cirujanos. Sus creencias, saberes, ritos, costumbres y tradición escaparon con el resto de su cultura. Cada piedra del lugar guarda los secretos de gentes sin nombre, hombres y mujeres, pastores de sierra, de quienes hablan antiguos viajeros.
"Moza tan fermosa non vi en la frontera, com'una vaquera de la Finojosa.
Faciendo la vía del Calatraveño a Santa María, vencido del sueño, por tierra fraguosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa.
En un verde prado de rosas e flores, guardando ganado con otros pastores, la vi tan graciosa, que apenas creyera que fuese vaquera de la Finojosa..." Serranilla VII. Marqués de Santillana
Vaqueras que rompen corazones, cual juguetonas ninfas que forman parte de los prados, de un paisaje al que hoy falta ese elemento que encandilaba al viajero. Vaqueras de ensueño, musas del juglar, reminiscencias animistas de mágicos ancestros. Amor y desamor, la eterna espiral que marca al ser humano desde su origen.
"Ya no quiero ser vaquero ni pastor, no quiero tener amor.
Bien pensé yo que nuestr'ama me acudiera con buen pago, mas cuanto yo más la halago más ella se me encarama Pues me acossa de su cama sin favor, no quiero tener amor.
Entré con ella a soldada porque me mostró cariño, mas por más que yo le aliño no me quiere pagar nada Pues es tan enterriada sin sabor, no quiero tener amor
Hele guardado el ganado con un tiempo muy fortuno, y aun, ¡ahotas!, que ninguno lo tenga tan coreado. Y pues que me da mal grado por pastor, no quiero tener amor." Juan de la Encina
Todos se fueron, pero El Toril permanece, siglo tras siglo, intocable, aséptico, ajeno al desorden de los tiempos, protegido por la profundidad de la Sierra, observando en silencio como último superviviente de una cultura que ya cumplió su ciclo vital.
"La semilla murió en el surco, el trigo se ha perdido y los graneros están en ruinas. ¡Cómo muge el ganado! En vano buscan pasto las vacas, y los rebaños de ovejas se están muriendo". La Biblia, Joel 1, 17-18. *Juan Antonio López Cordero. Envíanos tus poemas
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