Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 29. Verano-2012

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Rafalín

Vive

Dos almas

Nuestro último día en la tierra

La Lola

Los dos caminos

Seguiriya gitana de la vetana

Tercerilla del ramo en pentasilabos

El castillo de la Peña

Naturaleza

Rapsodia matutina

Aprendamos de la Historia

Diez suspiros de nada pornada

Pasión por la palabra

Pensando en el día de la mujer trabajadora

Propósitos para 2012

Vocaciones

El brillo incandescente

 


Colaboraciones

Análisis métrico de un poema cervantino de José Moreno Villa

Rebelde


Noticias

XXXII Premio Mundial Fernando Rielo de poesía mística

II Premio Francisco Pino de Poesía Experimental


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El brillo incandescente*


  

Dejad que nazca,

En la lejanía,

El brillo incandescente

Que llena de colores las alturas,

Y que, rompiendo las sombras,

Corran los campos azulados del firmamento,

Siempre a sus anchas,

Los corceles de la mañana.

Mas no venga la muerte en su galope.

Corriente sobre corriente,

Abrazarán las aguas de los mares.

Corriente sobre corriente,

Las de los lagos y arroyos.

Corriente sobre corriente,

Las de los montes, las de los valles.

Y, pronunciando su claridad atrevida,

Arrancarán la noche de un zarpazo,

Hiriendo el cielo con sus relinchos,

Con su alegría repentina,

Llenando de bullicio

Las horas que se desperezan.

Mas no venga la muerte en su galope.

Corriente sobre corriente,

Alcanzarán los reinos que bostezan,

Los de las sierras dormidas,

Los del estanque, los de las playas.

Y, pronunciando su claridad atrevida,

Derrotarán las huestes de la noche,

Borrando, a su paso, las estrellas,

Dejando al aire las crines

Lucientes como el oro

Que vuelve a despertarnos.

Mas no venga la muerte en su galope.

Dejad que nazca,

En la lejanía,

El brillo incandescente

Que llena de colores las alturas,

Y que, rompiendo las sombras,

Corran los campos azulados del firmamento,

Siempre a sus anchas,

Los corceles de la mañana.

 

Soneto XIV

 

       La sombra que borró su rostro bello

Volviéndolo cenizas en la nada

Negar quiere mi voz, cuando, callada,

Se rinde al alumbrarla en un destello.

       La nieve que fue antorcha en su cabello

Haciéndolo más claro, a la alborada,

Recuerdo pudo ser, donde, apagada,

Revive, al recordarla en todo aquello.

       Hirió su voz sin lucha el sinsentido

Que arranca de los pechos el aliento

Que ceden, quejumbrosos, su sonido.

       La muerte arrebató su sentimiento,

Y el hielo sus rosales hizo olvido,

Hiriéndola con fuerza el raudo viento.

 

Soneto XV

 

       Prendieron las antorchas su belleza,

Las luces, el color y la hermosura,

Las llamas de una súbita ternura

Que ardió sobre su frágil fortaleza.

       Voló un suspiro al aire y, sin torpeza,

Cruzó el silencio triste, y su figura,

Serena, fue buscando otra postura,

Librando en su bostezo la pereza.

       Sus ojos se entreabrieron y miraron

Con dulce claridad, nunca con prisa,

Gozando de la siesta y su reposo.

       Las llamas de una estrella dibujaron

La bella mariposa de su risa

En su semblante dulce y cariñoso.

      

                     *José Ramón Muñiz Álvarez.

  

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