Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 29. Verano-2012 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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El brillo incandescente*
Dejad que nazca, En la lejanía, El brillo incandescente Que llena de colores las alturas, Y que, rompiendo las sombras, Corran los campos azulados del firmamento, Siempre a sus anchas, Los corceles de la mañana. Mas no venga la muerte en su galope. Corriente sobre corriente, Abrazarán las aguas de los mares. Corriente sobre corriente, Las de los lagos y arroyos. Corriente sobre corriente, Las de los montes, las de los valles. Y, pronunciando su claridad atrevida, Arrancarán la noche de un zarpazo, Hiriendo el cielo con sus relinchos, Con su alegría repentina, Llenando de bullicio Las horas que se desperezan. Mas no venga la muerte en su galope. Corriente sobre corriente, Alcanzarán los reinos que bostezan, Los de las sierras dormidas, Los del estanque, los de las playas. Y, pronunciando su claridad atrevida, Derrotarán las huestes de la noche, Borrando, a su paso, las estrellas, Dejando al aire las crines Lucientes como el oro Que vuelve a despertarnos. Mas no venga la muerte en su galope. Dejad que nazca, En la lejanía, El brillo incandescente Que llena de colores las alturas, Y que, rompiendo las sombras, Corran los campos azulados del firmamento, Siempre a sus anchas, Los corceles de la mañana.
Soneto XIV
La sombra que borró su rostro bello Volviéndolo cenizas en la nada Negar quiere mi voz, cuando, callada, Se rinde al alumbrarla en un destello. La nieve que fue antorcha en su cabello Haciéndolo más claro, a la alborada, Recuerdo pudo ser, donde, apagada, Revive, al recordarla en todo aquello. Hirió su voz sin lucha el sinsentido Que arranca de los pechos el aliento Que ceden, quejumbrosos, su sonido. La muerte arrebató su sentimiento, Y el hielo sus rosales hizo olvido, Hiriéndola con fuerza el raudo viento.
Soneto XV
Prendieron las antorchas su belleza, Las luces, el color y la hermosura, Las llamas de una súbita ternura Que ardió sobre su frágil fortaleza. Voló un suspiro al aire y, sin torpeza, Cruzó el silencio triste, y su figura, Serena, fue buscando otra postura, Librando en su bostezo la pereza. Sus ojos se entreabrieron y miraron Con dulce claridad, nunca con prisa, Gozando de la siesta y su reposo. Las llamas de una estrella dibujaron La bella mariposa de su risa En su semblante dulce y cariñoso.
*José Ramón Muñiz Álvarez.
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