Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 66. Otoño-2021

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

oemas

Ojos improbables

Paradójico

Nadie quiere mirarse

Tu acracia

La tarde de verano

Soneto XVI

Soneto XVII

Calima (video-poema)

Cuando acabe septiembre

Hablitudes

Enterrad bien a nuestros muertos

Lo que verán los otros

El fracaso y la victoria

Tener el valor

La poética del sí a la palabra

Los signos de los tiempos

Nuestro místico santuario interno

Somos frágiles

Toda una vida para regresar al verso

 


Colaboraciones

Cerro Villagordo

El canto del autillo en la buhardilla

 


Noticias

Certámenes de poesía octubre-diciembre-2021

 


Colaboran en este número

 


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Cerro Villagordo*


 

Cuando, hoy día, el viajero pasa Despeñaperros y deja el bosque silvestre de encinas, robles y alcornoques de Sierra Morena, se adentra en la cuenca del valle del Guadalquivir, en otro bosque domado por la mano del hombre, un jardín alineado de un sin fin de árboles de un verde singular. Es el bosque de olivar.

 

"...

¡Olivares y olivares

de loma en loma prendidos

cual bordados alamares!

¡Olivares coloridos

de una tarde anaranjada;

olivares rebruñidos

bajo la luna argentada!

¡Olivares centellados

en las tardes cenicientas,

bajo los cielos preñados

de tormentas!...

Olivares, Dios os dé

los eneros

de aguaceros,

los agostos de agua al pie,

los vientos primaverales,

vuestras flores racimadas;

y las lluvias otoñales

vuestras olivas moradas.

..."

                                          Los olivos. Antonio Machado.

 

El bosque de olivar oculta ruinas milenarias, olvidadas, que el viajero no ve. Cualquier cerro puede dar una sorpresa y mostrar entre los olivos lo que el hombre dejó allí, en otro tiempo, cuando en estos lugares no había bosque y todo era tierra campa, salpicada de algunas dehesas para el ganado. Hoy, el campo de olivos encierra otras historias, que surgen cuando se buscan, porque la selva olivarera las guarda y atesora en silencio, en sus cerros, en sus colinas, en sus lomas...

 

"El campo

de olivos

se abre y se cierra

como un abanico.

Sobre el olivar

hay un cielo hundido

y una lluvia oscura

de luceros fríos.

Tiembla junco y penumbra

a la orilla del río.

Se riza el aire gris.

Los olivos,

están cargados

de gritos.

Una bandada

de pájaros cautivos,

que mueven sus larguísimas

colas en lo sombrío."

          Paisaje. Federico García Lorca.

 

Entre Jaén y Arjona, los olivos suben y bajan por lomas y cerros, que tocan la historia a cada momento. El camino deja atrás Torre Olvidada y El Berrueco, pequeñas y pedregosas islas que el olivar no ha podido conquistar, buscando Arjona; mientras cada cerro observa el camino en silencio, vacío de viajeros. Antes de cruzar el Arroyo Salado, el amplio Cerro Villagordo, cubierto de olivar, observa el camino y Arjona. En su cumbre, kilómetros de murallas derruidas recuerdan un pasado milenario, de grandes ejércitos, de guerras sangrientas, de íberos, romanos y cartagineses.

 

"Mi reino vivirá mientras

estén verdes mis recuerdos.

Cómo se pueden venir

nuestras murallas al suelo.

Cómo se puede no hablar

de todo aquello.

El viento no escucha. No

escuchan las piedras, pero

hay que hablar, comunicar,

con las piedras, con el viento.

Hay que no sentirse solo.

Compañía presta el eco.

El atormentado grita

su amargura en el desierto.

Hay que desendemoniarse,

liberarse de su peso.

Quien no responde, parece

que nos entiende,

como las piedras o el viento.

Se exprime así el alma. Así

se libra de su veneno.

Descansa, comunicando

con las piedras, con el viento."

     Con las piedras, con el viento con las piedras, con el viento... José Hierro.

 

Restos de muralla. Cerro Villagordo.

 

Cayeron las piedras en el milenario silencio y los miles de hombres que le dieron forma, en el terrible olvido. El gran campamento y su derruida muralla, que altivos miraron a Arjona, guardan entre olivos la traición y la vergüenza, que el bosque oculta. Quizás mañana las piedras hablen y busquen su sitio en Ad Urbe Condita y, con aquella obra, narren su colosal historia entre Amtorgi (Arjona) e Iliturgi (Jaén) durante la Segunda Guerra Púnica.

 

*Juan Antonio López Cordero.

 

 

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