Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 58. Otoño-2019 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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La ciudad olvidada*
La citan los antiguos historiadores, ciudad importante del alto valle del río Guadalquivir, poblada de celtíberos altivos y rebeldes. Amiga de Roma, otras veces de Cartago, pero siempre independiente. Cruentas batallas hubo ante sus muros, fue saqueada, incendiada y de nuevo levantada de la más profunda derrota. Siempre fue centro de su entorno, Iliturgi, la capital del alto Guadalquivir, a la que ni Cástulo con sus grandes riquezas mineras pudo hacer sombra. Lo cuenta Tito Livio en la Segunda Guerra Púnica. Sus fuertes murallas, su alto castillo, sus acantilados, la desesperación de Escipión el Africano ante la fuerte resistencia, la valentía de los iliturgitanos, la colaboración de las mujeres en la defensa de la ciudad, traiciones y crueldad... Y, años después, centro de otra nueva rebelión bañada en sangre.
“Dame, llama invisible, espada fría, tu persistente cólera, para acabar con todo, oh mundo seco, oh mundo desangrado, para acabar con todo. … Arde en el vasto cielo, laja y nube, bajo la ciega luz que se desploma entre estériles peñas. Arde en la soledad que nos deshace, tierra de piedra ardiente, de raíces heladas y sedientas. Arde, furor oculto, ceniza que enloquece, arde invisible, arde como el mar impotente engendra nubes, olas como el rencor y espumas pétreas. … Para acabar con todo, oh mundo seco, para acabar con todo.”
Acabar con todo, Octavio Paz.
Cuánto dolor, cuánto sufrimiento se amontona en el recuerdo de esta sufrida ciudad que hoy continúa siendo la capital del alto Guadalquivir, que ahora llaman provincia de Jaén o Santo Reino. Iliturgi, Jaén, giennense, quizás no haya cambiado tanto el sonido de su nombre, tras dos milenios de cambios culturales. Pero ahí sigue, abanderando una tierra de batalla y sufrimiento.
Vista aérea del castillo de Jaén
De Iliturgi y su historia, muchas veces se quisieron apoderar los poderes fácticos, ubicarla en otros lugares y regodearse de su grandeza. Así lo hizo el poder de la Iglesia en el siglo XVI, a través de Ambrosio de Morales que llevó Iliturgi a Andújar justificándolo en falsos cronicones. Y así lo ha hecho en nuestros tiempos el poder endogámico de la Universidad en nombre de hallazgos genéricos y alguna falsa epigrafía, que ha ubicado Iliturgi en el término de Mengíbar. Poderes incontestables en sus tiempos y sus áreas, en un país cruelmente ataifado, arrastrado a un mundo feudal de señores y vasallos, en el que se exige pleitesía a una especie de casta elegida, que mueve las fichas del juego de la vida.
“Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?”
Ajedrez. José Luis Borges.
Jaén, Iliturgi, ciudad olvidada, maltratada por la Historia. Sobre ella, dejaron en olvido los escritos de los historiadores clásicos, recuperados por los humanistas del siglo XVI, como Juan Vaseo o Francisco Martínez Franco, a los que el poder eclesiástico impuso el silencio por entonces. Como en el olvido probablemente quedarán los escritos de quienes en nuestros tiempos discrepan del dogma del poder endogámico universitario. No obstante, siempre queda el consuelo del axioma galileano, “e pur si muove” (y sin embargo, se mueve).
*Juan Antonio López Cordero.
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