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Cambil*
Cuando nací no había flores,
todo era blanco.
Cuando nací no había flores, pero todo fue mágico.
El día que nací no había flores, pero Dios creó una estrella.
No había flores, pero una sábana blanca daba formas picassianas a los árboles
sin hojas,
y como "el maná" del desierto, alimentó a esa bendita tierra.
Y después...
agua, ríos, montañas, árboles, hojas, plantas infinitas, insectos,
risas, llantos, rezos, silencios.
Así es mi pueblo.
Aromas de matanzas, aromas de tus plantas, aromas de tus tierras,
aromas de tus dulces y panes de tus hornos de piedra.
Amo tu gente sencilla,
que sirve igual a un rey que a un mendigo,
y que los avatares de la vida nunca borra su risa.
Quisiera volver a ser niña,
atravesar el rio de piedra en piedra,
ver llover desde mi ventana,
salir con mi paraguas rojo.
Tal vez "la riá" arrastre "el carromoto de Manolo".
¡Ay pueblo mío! Por mi mano corrió tu tierra,
y mi corazón y mi mente siempre te esperan.
*Mª
Loreto Sutil Jiménez
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