Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 49. Verano-2017 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
|
El Dragón del Boticario* El dragón, ser mitológico, fabuloso, rey de los bestiarios, que forma parte innata del hombre. Quizás por ello se encuentre en todas las grandes culturas desde los albores de los tiempos, con sus más diversos significados que van desde paradigma de la sabiduría y el bien hasta ser identificado con el diablo y el mal. Es símbolo de poder, antiquísimo, que para algunas culturas le hace ser padre de los hombres, señor de la vida y de la muerte y, como tal, refugio del hombre en su postrero viaje. El dragón tenía mucho de humano. “Los dragones también lloran. No es frecuente, porque no les gusta llorar. Pero a veces lloran. Lloran cuando nadie los ve, por eso no hay quién crea en el llanto del dragón. Entonces crecen los ríos y desbordan, incontenibles; los mares se alborotan y las olas golpean en las rocas de las orillas bramando de desasosiego y de furia. Los dragones lloran silenciosamente, vertiendo tristes lágrimas, infinitas lágrimas tristes, que hacen surcos en la tierra y caen al río y caen al mar y los ríos y los mares se encrespan y crecen y desbordan. Entonces los dragones vuelan hasta lo más alto, para no llenar de lágrimas la tierra. Pero no resuelven nada, porque las lágrimas ahora son una inmensa lluvia que sigue mojando la tierra y llenando los mares. Al final dejan de llorar. Nunca se sabe por qué. Como tampoco se sabe por qué comienzan a llorar. Son cosas de dragones nomás.” Llanto de Dragón. Gustavo Roldán Los hombres del Neolítico nos han dejado el rastro de su cultura en construcciones de piedra. Menhires, dólmenes, crómlech… salpican la geografía europea, muestra de sus creencias, cultos de vida y muerte, cultos solares en los que piedra ejerce su poder mágico y científico, rigiendo calendarios, marcando solsticios y equinoccios. Sin duda, el hombre del Neolítico miraba al Cielo. Se dice que los dragones volaban y que por su aliento desprendían fuego. “Miramos simplemente el cuerno rojo. La sobrehumana forma que doblegaba al cielo. Y pensamos acaso en los terrores De la culpa y la fiebre. "Sólo es la Luna del Dragón" —me dijiste. Pero algo negro ascendió de mi infancia Y di gracias a Dios de no estar solo. Seguimos en silencio Mientras las nubes negras cercaban en la hondura Aquel objeto de alta magia y belleza. —"Tal vez el nombre viene de las baladas celtas". —"Yo no sé por qué pesa y aflige como un sueño". Era la Luna del Dragón, y nadie Parecía comprenderlo.” La Luna de Dragón. William Ospina De aquella época existen esculturas en piedra de estos seres mitológicos, pero en el cerro del Boticario, el de las “mil cuevas”, ubicado en la Subbética giennense, el dragón de piedra duerme, y con él muchos hombres enterrados a su vera hace miles de años. Dentada de piedra tiene la cola, sus cuatro patas son un calendario solar de monolitos de piedra. En su vientre, una cueva cubierta por una gran losa calzada también con piedras, altar ceremonial, signo de la fecundidad del dragón. Y en su cabeza un gran ojo forjado en piedra seca, punto central de un antiguo culto que se nos escapa. Es el ojo del dragón, de gran trascendencia en culturas posteriores.
Dragón del cerro Boticario. Después, vinieron otros hombres, y el dragón y su cultura fueron acorralados y derrotados en el devenir del tiempo. La hermosa bestia fue desterrada a los infiernos, la hicieron eje de los males del hombre, la persiguieron, la denostaron, San Jorge y sus mesnadas mataron al dragón muchas veces; pero no pudieron borrar su milenaria huella. Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro. Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo. Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe cuándo su mariposa dejará los relojes. Debajo de las alas del dragón hay un niño. Caballitos de cardio por la estrella sin sangre. El unicornio quiere lo que la rosa olvida, y el pájaro pretende lo que las aguas vedan. Mundo. Federico García Lorca. Temo importunar al dragón y a los hombres que duermen junto a él con mis palabras, temo despertarlos tras un sueño de cinco mil de años. Pero me mueve a ello el protegerles, salvar a los que fueron constructores de la piedra frente la arrolladora maquinaria de las canteras, que se traga montes de un bocado sin saber que en el cerro Boticario duerme un dragón con sus cachorros, que no son otros que nuestros ancestros. *Juan Antonio López Cordero.
Envíanos tus poemas
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||