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D.L. J-309-2005 ISSN 1699-6151 |
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Atticus*
Te he visto
con mis torpes ojos
inspirándome poesía.
Estabas limpiando tus gafas de alambre
mientras mirabas, comedidamente,
a un pobre perro enfermo de rabia.
Creo que eres en todo
extremadamente prudente,
tanto, que a veces me pregunto
si existirá ese porche sureño
en el que te meces con tu hamaca.
Y si habrá una sola hija
en el mundo,
capaz de llamar a su padre
por el nombre: Atticus.
Transmites tanta bondad,
que si todos nos llamáramos
Atticus Finch,
no habría necesidad
de vestir negras togas,
ni de ver tonos en la piel.
Tal vez tampoco
de estirparle a nadie
la incómoda piedra de la locura,
o de andar por la vida
corriendo más que el estrés.
Si yo fuera Harper Lee,
le habría dicho a Mulligan
que Matar un Ruiseñor estaba escrita
para Gregory Peck.
Te he leído
con los ojos del asombro.
Y ahora intuyo,
que incluso para ser
un proyecto ácrata
hace falta expeler moral.
Si solo un hubiera
un Atticus Finch,
habría ese día
un funeral por un decreto,
por una ley, por una norma.
*Juan C. García-Ojeda Lombardo
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