Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 28. Primavera-2012 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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El alba despertaba*
El alba despertaba Sobre las sombras tristes, Y, oyendo su bostezo, Corrieron lentamente a las alturas Las llamas de aquel sol que se encendía Con paso lento, débil y cansado, Al tiempo que los mares, Rozados por la brisa, Dejaban que las olas se escapasen Como un caballo blanco por la sierra. El alba despertaba Sobre las sombras tristes, Y, oyendo su bostezo, Temblaron los rosales que la escarcha Rasgaba sin pudor, cuando, inclemente, Su hielo sobre el pétalo, lo hería Con un cuchillo fino, Acaso cristalino, Veloz, cada mañana de diciembre, Como un caballo blanco por la sierra. El alba despertaba Sobre las sombras tristes, Y, oyendo su bostezo, De nuevo salpicaron los arroyos Los prados, las orillas, los alisos Desnudos de las hojas de sus ramas Que, en tardes otoñales, Perdieron sin remedio, Llevándolas las brisas invisibles Como un caballo blanco por la sierra. El alba despertaba Sobre las sombras tristes, Y, oyendo su bostezo, La luna y las estrellas retiraron Su luz hermosa, débil y cansada, Al tiempo que la noche se escondía, Volando hacia otros reinos, Fugaz como las horas Que corren como el viento, como el aire, Como un caballo blanco por la sierra.
Soneto XI
La luz sobre las sombras se deshizo Un viernes de noviembre donde, bella, En el fogón ardía una centella Que alzó la magia rara del hechizo. La lluvia dejó paso al invernizo Susurro de los vientos, su querella, Cansados de quejarse, pues aquella Más dura sonó en boca del granizo. Las lluvias y los vientos sacudieron Con toda su dureza los tejados, Luciendo, firmes, su perseverancia. Las brasas, sin embargo, resistieron A los chubascos, viendo preparados Viruta, carbón, leña en abundancia.
Soneto XII
Sus manos delicadas, temblorosas, Ya débiles, estaban siempre frías, Mas no sus ojos, cuyas alegrías Lucieron en el fuego de dos rosas. Sus piernas caminaban temerosas De algún tropiezo, pero ciertos días Andaba con soltura si, en las mías, Sus manos se apoyaban jubilosas. Y, júbilo febril, me dio el hechizo Que pueden dar los ángeles del cielo, Hasta que su sonrisa se deshizo. La luz del sol cortaba el blanco hielo Que el prado hirió, con nieves y granizo, Pincel de la mañana sobre el suelo.
Soneto XIII
El sol buscó un crepúsculo callado Detrás de las montañas y cordales, Las luces, las estrellas celestiales Que al orto dan, desde su principado. El oro fue en los mares reflejado Y el vuelo alzaste, yendo a los cristales, Del alba, cuyos brillos celestiales Ardieron en un cielo despejado. El árbol deshojado de tu risa Las noches desnudaron sin apuro, Las horas, las auroras y la brisa. Desnuda pudo verte el aire puro, Errante voladora tu sonrisa Donde cayó, a la noche, un sol oscuro.
* José Ramón Muñiz Álvarez, de la obra "Campanas de la Muerte".
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