Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 34. Otoño-2013 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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Yo soy el capitán de mis habitaciones interiores*
I.- LO QUE MÁS ME GUSTA Me gustan los silencios para explorar sus soledades. También las soledades para repoblar mis silencios.
A veces faltan abecedarios para describir sentimientos. Otras veces nos sobran palabras y necesitamos abrazos.
Querer es ocuparse y preocuparse por el otro. De nada sirven las voces que no salen de adentro.
Llámame tu alma antes que tu pasión o tu vida, porque es el espíritu lo que permanece y no perece.
Las pasiones se mueren más pronto que tarde, sólo nos quedan las emociones íntimamente vividas.
II.- LO QUE MENOS ME GUSTA No me gustan los ruidos para descubrir los caminos de Dios. Tampoco los murmullos me deleitan la búsqueda.
A veces ofenden tantos lenguajes que no son del alma. Otras veces se aprueban palabras que no son palabras.
Querer es ir más allá de las letras y más cerca del ser. De nada sirve ser un ser de alma gélida y cuerpo ciego.
Olvídame, no hagas de tu cuerpo la tumba de mi vida. Quiero seguir siendo el dueño de mi destino.
Hay direcciones que nos llevan al caos, y sentidos sin sentido que nos transportan a la nada.
III.- EL GUSTO ES MÍO, ¡GRACIAS! Entre lo que me gusta y lo que no me gusta, cualquier situación nos lleva a ser conciencia antes que ciencia y poesía antes que poder.
Abrámonos a la luz y dejémonos ser luz. Sin esperanza no se puede salir de las tinieblas. No hay mayor aliento que el aliento de uno mismo.
Renunciar al entusiasmo es como engañarse. Uno precisa afirmarse y reafirmarse en la vida, sin arrugarse el alma, rejuveneciéndose como el día.
La ilusión abre caminos que la desconfianza cierra. De los sueños a la vida sólo hay un paso, y cada instante es como tomar un vuelo hacia el cielo.
En el cielo cantan a gloria, porque en la tierra loan a Dios. Y Dios que todo lo sabe, sabe de nuestros desvelos, sabe cómo llenarnos de ánimo, sabe cómo reanimarnos.
No hay desconsuelo que no tenga consuelo, ni consuelo que no injerte remedio, ni remedio que no reasiente a consolarse antes que ahorcarse.
*Víctor Corcoba Herrero, 21 de mayo de 2013.
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