Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 60. Primavera-2020 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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El Bañuelo*
Le han llamado charca, zambullón, piscina, balsa, embalse, laguna… y no sé cuantos más epítetos en el tiempo. Pero prefiero llamarle Bañuelo, como le llamaron en época bajomedieval aquellos castellanos que con ballesta y azada ocuparon su geografía y establecieron allí la frontera. Y de su fuente surgía el agua que se detenía en el Bañuelo para calmar la sed de su huerta. Y a su fuente iba y venía un trajín de cántaros llevados por brazos de mujeres para calmar la sed del pueblo.
“Sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántaros van y vienen, cortado en gradas en la roca, colgaban como cabelleras o como culebras las lianas de los árboles. Y una especie de superstición flotaba en todas partes. Y abajo: la laguna de color de limón, pulida como jade. Subían los gritos del agua y el ruido de los cuerpos de color de barro contra el agua. Una especie de superstición... Las muchachas iban y venían con sus cántaros cantando un antigua canto de amor. Las que subían iban rectas como estatuas, bajo sus frescas áncoras rojas con dibujos los cuerpos frescos de figura de ánfora. Y las que bajaban iban saltando y corriendo como ciervas y en el viento se abrían sus faldas como flores.” Poema de Ernesto Cardenal.
Fue mucho más que un embalse de agua de una fuente caudalosa que surgía entre las piedras. El Bañuelo, más que el agua, embalsaba la vida de las gentes que allí vivían, guarnecidos en una peña fortificada, alimentados por los frutos de un terreno en pendiente que se ubicaba a los pies del castillo, un terreno sabiamente modelado con bancales y acequias que regulaban el agua del Bañuelo desde remotos tiempos.
“Verdes jardinillos, claras plazoletas, fuente verdinosa donde el agua sueña, donde el agua muda resbala en la piedra!... Las hojas de un verde mustio, casi negras, de la acacia, el viento de septiembre besa, y se lleva algunas amarillas, secas, jugando, entre el polvo blanco de la tierra. Linda doncellita, que el cántaro llenas de agua transparente, tú, al verme, no llevas a los negros bucles de tu cabellera, distraídamente, la mano morena, ni, luego, en el limpio cristal te contemplas... Tú miras al aire de la tarde bella, mientras de agua clara el cántaro llenas.” ¡Verdes jardinillos! de Antonio Machado
Todo cambia velozmente, la voracidad de los tiempos actuales se llevó el agua de la fuente y del milenario Bañuelo, que aún se resiste a morir; desecado, sin vida, mostraba una visión penosa, monótona, cruelmente acosado, envolviéndose en tristeza. Pero, tímidamente, el agua del Bañuelo vuelve de tarde en tarde, cuando las nubes aprietan y descargan de forma regular, algo anecdótico en su clima seco, mediterráneo. La fuente y su Bañuelo se resisten a ser borrados, como lo han sido tantas otras fuentes, quizás porque es mucho más que un embalse y un recuerdo, porque forma parte del pálpito de sus gentes. De su silencio brama una cascada de sentimientos, de una cultura que se pierde en la noche de los tiempos.
“… pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces sereno en mi confianza confiado en que una tarde te acerques y te mires te mires al mirarme.” Estado de Ánimo de Mario Benedetti *Juan Antonio López Cordero.
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