Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 46. Otoño-2016

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Otro bulanico

Sería mejor que acabase pronto

Conmigo

Quiero

Regreso al infierno

Mansiones del alba

Soneto XXXVI

Soneto XXXVII

El pescador de perlas

Las vidas asombrosas

Por quitarle a la muerte tu soberbia

Para un torero

Búsqueda en un territorio de autosuficiencia

El odio nos deshumaniza

El rostro de Dios es un rastro de amor

Mientras Dios nos ama, nosotros nos repudiamos

Otro naciente año para amar

Pertenecer al corazón de Jesús con espíritu teresiano

Sé que cohabito en perpetuidad trascendiendo


Colaboraciones

Cantera


Noticias

Premios de poesía Otoño 2016


Colaboran en este número

 


Nos anteriores

 

Año Primav. Verano Otoño Invier.
2005 0 1 2 3
2006 4 5 6 7
2007 8 9 10 11
2008 12 13 14 15
2009 16 17 18 19
2010 20 21 22 23
2011 24 25 26 27
2012 28 29 30 31
2013 32 33 34 35
2014 36 37 38 39
2015 40 41 42 43
2016 44 45    

 

 

Cantera*


   El río Guadalbullón conforma el valle con su paso, camino de agua que ha abierto al hombre su discurrir geográfico. A su alrededor crece la vida, la exuberancia vegetal, y el ser humano colocó sus primeros hábitats. En un  clima mediterráneo, donde el frondoso paisaje de ribera contrasta con la sequedad del entorno. Y cuando la piedra aflora, el paisaje limítrofe, sin tierra, se vuelve árido; la vida se limita, el Sol golpea con sus rayos cada rincón del lugar, y el viento azota la desnudez de las rocas, que tienen otra belleza.

“Reclínate sobre la piedra silenciosa hasta sentir su divinidad

Enfría tus venas, mira las estrellas silenciosas, deja a tus ojos

Escalar los grandes peldaños y salir de la fosa de ti mismo y del hombre.

Las cosas son tan hermosas, tu amor seguirá a tus ojos;”

       Otoño. Juan Ramón Jiménez.

   En la aridez del lugar, la piedra también tiene su valor, y formó promontorios como el Cerro Boticario. Entre las formaciones kársticas, las calizas dejan ver nódulos de sílex, el “oro” del calcolítico. Una época en que los canteros golpeaban la caliza con otra piedra más fuerte, la ofita, piedra ígnea que aflora en los orígenes del valle. Piedra utilizada para deshacer lentamente la otra roca más débil, buscando los ansiados nódulos. Los canteros hacían pozos circulares que les protegían en su labor del frío viento del invierno. Con el sílex el hombre labraba sus cuchillos, sus puntas de flecha, sus raederas… El sílex dio vida al páramo desierto. Y en la cumbre del Cerro se establecieron sus canteros, buscando la seguridad en esos tiempos difíciles, entre megalitos que apuntaban al cielo y filtraban el Sol en sus ortos, insuflando al espíritu de aquellos hombres, que daban a la piedra un simbolismo supremo.

 

   Con el tiempo, el sílex perdió su valor dejando paso a los metales fuertes, pero la piedra caliza suplantó al sílex en la cantera. Su proximidad al camino del valle la hizo periódicamente utilizable para edificios, puentes, piedras de molino o hitos de carreteras, de los que alguno quedó allí como recuerdo.

 “Soy la piedra de mí, mi propia estatua

antes de ser tallada, el corazón

de mármol anterior a la cantera

del canto. Acuérdate

que la palabra canto significa

piedra y canción, orilla y alabanza.”

                     Lázaro en su cueva. Juan Vicente Piqueras.

   Hoy día, la cantera está en silencio, en espera de su próxima utilización, cuando la coyuntura lo requiera. Mientras tanto, en el páramo de monte desolado, la vegetación se abre paso entre las rocas y la vida vuelve a renacer una vez que los últimos canteros abandonaron el lugar. Las piedras quedaron en silencio. Silencio sacro, omnipresente, ante las hieráticas piedras del martilleado lugar.

“Las piedras no ofenden; nada

codician. Tan sólo piden

amor a todos, y piden

amor aun a la Nada.

Tal, blanca piedra es la luna

que voló de un puntapié...

Madre nuestra, esta mañana

me he corrido con las hiedras,

al ver la azul caravana

de las piedras,

de las piedras,

de las piedras...

        Las Piedras. César Vallejo - 1918

 

                 *Juan Antonio López Cordero.

 

Envíanos tus poemas