Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 46. Otoño-2016 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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Cantera* El río Guadalbullón conforma el valle con su paso, camino de agua que ha abierto al hombre su discurrir geográfico. A su alrededor crece la vida, la exuberancia vegetal, y el ser humano colocó sus primeros hábitats. En un clima mediterráneo, donde el frondoso paisaje de ribera contrasta con la sequedad del entorno. Y cuando la piedra aflora, el paisaje limítrofe, sin tierra, se vuelve árido; la vida se limita, el Sol golpea con sus rayos cada rincón del lugar, y el viento azota la desnudez de las rocas, que tienen otra belleza. “Reclínate sobre la piedra silenciosa hasta sentir su divinidad Enfría tus venas, mira las estrellas silenciosas, deja a tus ojos Escalar los grandes peldaños y salir de la fosa de ti mismo y del hombre. Las cosas son tan hermosas, tu amor seguirá a tus ojos;” Otoño. Juan Ramón Jiménez. En la aridez del lugar, la piedra también tiene su valor, y formó promontorios como el Cerro Boticario. Entre las formaciones kársticas, las calizas dejan ver nódulos de sílex, el “oro” del calcolítico. Una época en que los canteros golpeaban la caliza con otra piedra más fuerte, la ofita, piedra ígnea que aflora en los orígenes del valle. Piedra utilizada para deshacer lentamente la otra roca más débil, buscando los ansiados nódulos. Los canteros hacían pozos circulares que les protegían en su labor del frío viento del invierno. Con el sílex el hombre labraba sus cuchillos, sus puntas de flecha, sus raederas… El sílex dio vida al páramo desierto. Y en la cumbre del Cerro se establecieron sus canteros, buscando la seguridad en esos tiempos difíciles, entre megalitos que apuntaban al cielo y filtraban el Sol en sus ortos, insuflando al espíritu de aquellos hombres, que daban a la piedra un simbolismo supremo.
Con el tiempo, el sílex perdió su valor dejando paso a los metales fuertes, pero la piedra caliza suplantó al sílex en la cantera. Su proximidad al camino del valle la hizo periódicamente utilizable para edificios, puentes, piedras de molino o hitos de carreteras, de los que alguno quedó allí como recuerdo. “Soy la piedra de mí, mi propia estatua antes de ser tallada, el corazón de mármol anterior a la cantera del canto. Acuérdate que la palabra canto significa piedra y canción, orilla y alabanza.” Lázaro en su cueva. Juan Vicente Piqueras. Hoy día, la cantera está en silencio, en espera de su próxima utilización, cuando la coyuntura lo requiera. Mientras tanto, en el páramo de monte desolado, la vegetación se abre paso entre las rocas y la vida vuelve a renacer una vez que los últimos canteros abandonaron el lugar. Las piedras quedaron en silencio. Silencio sacro, omnipresente, ante las hieráticas piedras del martilleado lugar. “Las piedras no ofenden; nada codician. Tan sólo piden amor a todos, y piden amor aun a la Nada. … Tal, blanca piedra es la luna que voló de un puntapié... Madre nuestra, esta mañana me he corrido con las hiedras, al ver la azul caravana de las piedras, de las piedras, de las piedras... Las Piedras. César Vallejo - 1918
*Juan Antonio López Cordero.
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