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Poesía, legado original Vs.
fenómeno evolutivo*
PRIMERA PARTE.
No es posible
esquematizar, clasificar y catalogar la poesía de nuestros tiempos a punto de
quedar sin lugar en los anaqueles de la historia, derivándose éste en un tema
fraccionado en que son muchos los elementos capaces de persuadirnos acerca de la
crisis que enfrenta nuestra generación ante el presumido y no menos cierto
esplendor de otras anteriores.
La poesía en su
cualidad lírica distintiva, es la manifestación del instante inspiracional y sus
motores, como producto de una o más fases germinativas que en cada transcurso y
con la tendencia del ser a perpetuar la memoria y dejar testimonio del
sentimiento en el momento fechado por circunstancias y acontecer yuxtapuestos,
compendia, a medida de su proyección en el tiempo, códices sugestivos, símbolos
atrayentes, que además sirven de anzuelo para internarse en nuevas proyecciones
y sobre todo, para lograr de ese producto revelador de estímulos hermenéuticos,
efectos lúcidos capaces de despertar la inquietud y el deseo registrados para la
posteridad, por la posteridad.
En la actualidad y entre otros factores, el producto de la divulgación de
una visión superficial que se limita a clasificar géneros por catálogos de
preponderancia y no por hechos que contribuyan a aclarar la disparidad
cuantitativa con respecto a la cualitativa, hay una tendencia que prácticamente
sepulta esos estímulos de que hablábamos, cuando desarrolla y propaga criterios
fatalistas que, sobre todo, colocan la poesía en una escala de generalidad en
apariencia mediocre pero concluyentemente falsa, dada precisamente por efectos
tanto teóricos como retóricos y no por esa escala de valores reflexivos que en
mi criterio, se aproxima a todo lo contrario.
El boom de la escritura, que incluye tanto el poético como los
distintos géneros, en mayor o menor proporción, no es una exención que deja
fuera otros renglones tanto de las artes como numerosas disciplinas y hasta
oficios. Que el ser humano, producto del desarrollo de la vida en general debido
a los avances de la tecnología, específicamente de las comunicaciones, se
aventure cada vez más al desempeño de actividades que aumentan su capacidad
tanto expresiva como ocupacional que abarca una amplia gama de campos, antes
reservados a personas con facultades, digamos excepcionales o particularmente
innatas dentro de cada campo, como a otras con mayor acceso a dichos recursos,
no significa que estas últimas no continúen integrando esa franja luminaria que
hace de nuestro tiempo uno con bonanza literaria de características propias de
este tiempo que deberíamos reconocer y atesorar sin temores a quedarnos debajo
en la escala cuando nos comparamos peyorativamente con la profusión o la riqueza
en movimientos literarios en el pasado, temores que nos colocan, per se,
en franca desventaja con respecto a ese pasado que no vivió su tiempo albergando
esos temores y se dedicó a abrir las compuertas de su generación. Tampoco
significa que en nuestro tiempo la poesía no haya evolucionado, creado nuevas
formas, perdido valor literario y/o virtudes con capacidad generatriz, sino
simplemente que de esa composición que, sabemos va en aumento, surge una nueva
generalidad capaz de originar la falacia a la que nos hemos aferrado. He aquí la
importancia de cambiar la forma en que se mira la facultad actual de la poesía,
que por supuesto, ha comenzado a influir de diferente manera en la sociedad.
Quienes antes permanecieron en calidad de espectadores y quienes de haberse
detenido el curso de la historia sin el impulso de un progreso acelerado, cada
vez a mayor alcance de la popularización de los medios masivos de comunicación
en que la Internet juega un papel preponderante, hubiesen quedado también
paralizados en su antiguo papel de espectadores; sin embargo, hoy son capaces de
dar cabida, al menos, al deseo de escribir de propia cuenta esa historia y
generar con abrumador crecimiento, una nueva progenitura intermedia o de
estándares en que se facilita una interrelación con otras personas con sus
mismos o diferentes estándares e inquietudes, que en espera de ascender en
calidad y aún en cantidad, se divulga y se estructura en una fase de
contemporaneidad con características; primeramente, de desarrollo del propio
individuo, y en segundo lugar y no menos importante, como punto de atracción
para aquellos que continúan incorporándose, y no como formulario para rellenar
datos en lo que respecta a la superioridad del género como tal o con
características de mercado teniendo en cuenta que este último concepto merece un
capítulo aparte.
Con respecto a cambiar
esa incomprensión que recae en el individuo promedio, sin habérselo propuesto,
elemento del conjunto cohesivo capaz de poner en marcha una maquinaria que cobra
fuerza e identidad en sentido universal, no es un mero planteamiento, sino sin
lugar a dudas fenómeno evolutivo que afecta y continuará afectando de manera
gradual esa forma en que debe tomársele en cuenta y que en modo alguno obstruye
el paso de cualquier manifestación del arte en su carácter de autenticidad o, en
nuestro caso, de la poesía como legado original.
Somos hoy día parte, y
parte de la posteridad consecuencia de aquellos que nos legaron su historia y
nos estimularon a seguirlos. Somos, hoy día, elementos claves de un conjunto en
estado de crecimiento constante, argamasa y producto del fermento de otras
generaciones y a la vez, fermento multiplicándose por y para a posteridad. No
veo por qué tendríamos que quedarle mal a esa historia precedente; tampoco a esa
posteridad que indefectiblemente ha de tomarnos en cuenta.
*María Eugenia
Caseiro
Ciudad de Miami
Mayo 24 del 2008
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