Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 6. Otoño-2006

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

El barco se hunde

A Merche

Sin ensayos

Paz interior

Renacer

Sac Nicte

Si no existiera Dios

Vive

Ayer vino la muerte

El cielo cae en terrones

Tambor lento

Como será que el año al cabo

Cuando igual a mí afloras

No estoy de pie pero estoy a veces

Todo el amor todo entero

Tus ojos


Colaboraciones

Tío Alejo


Noticias

7º Premio aBrace 2006

XVI Premio Poesía "Ateneo Jovellanos"

V Premio Poesía Experimental


Colaboran en este número


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TÍO ALEJO*


        Hombre y tiempo han estado íntimamente unidos en la Historia. La climatología ha marcado la vida del ser humano, en la ubicación de los pueblos y sus poblaciones, economías, sociedades, culturas y movimientos migratorios. También el hombre ha influido en la climatología, hoy quizás más que nunca y consecuencia de ello es el llamado cambio climático, cada día más evidente; pero no tanto como la misma Naturaleza, que entre períodos glaciales e interglaciales despertó al hombre del letargo animal, le convocó ante retos que no todas las especies pudieron soportar. El ser humano alimentó su conciencia entre los glaciales del Würm y los desiertos de arena.

Desde entonces cada mañana el hombre miraba al cielo, buscando las claves de cirros, nimbos, cúmulos y estratos, de cuyo caprichoso caos dependía la próxima cosecha, tan tierna y tan débil ante la ira o el olvido de la Naturaleza. La sequía era el mal más temido por todos, sinónimo de polvo, hambre, enfermedad y muerte, eternamente presente en la mente del hombre, que intentó paliar en base a pósitos y obras pías o profusas ceremonias mágico-religiosas, sin que de su terrible azote se librara generación alguna.

 

"Dime, sequía, piedra pulida por el tiempo sin dientes, por el hambre sin dientes, 

polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres, 

dime, cántaro roto caído en el polvo, dime," 

              El cántaro roto. Octavio Paz.

 

La ansiedad colectiva que producía la falta de lluvias trataba de remediarse con procesiones de rogativas públicas, con el protagonismo de las imágenes de más devoción de cada localidad mientras se rezaba la oración ad petendam pluviam, expresamente compuesta para tales eventos. Pronto o tarde llovía, en mayor o menor abundancia, lo que calmaba la congoja, cambiaba el paisaje y hacía concebir un futuro próximo de esperanza.

 

"Oh lluvia silenciosa que los árboles aman

y eres sobre el piano dulzura emocionante;

das al alma las mismas nieblas y resonancias

que pones en el alma dormida del paisaje!"

         Lluvia. Federico García Lorca.

     

En este mundo de supervivencia, todo pueblo tenía su sabio, su hombre del tiempo, que a base de observaciones recogidas con la experiencia de muchas generaciones hacía sus predicciones meteorológicas locales, hombre de gran prestigio y consideración entre los vecinos. Tío Alejo fue el último “meteorólogo” de un pueblo perdido en la sierra, pendiente siempre de su agricultura de subsistencia, donde la predicción meteorológica era primordial. Cada mañana, al amanecer, tomaba el callejón que desde su casa llevaba a los huertos. Allí tocaba las piedras para palpar su temperatura, escuchaba el lenguaje de los pájaros, el deambular de gatos y perros, el bufido de las vacas en el corral, el orejeo de las mulas... Todo ello formaba parte de sus cabañuelas, pues aunque éstas se consultaban en todos los pueblos, cada cabañuelero tenía su particular versión, basada en los conocimientos de muchas generaciones. 

 

Danza de Lluvia. Inés Díez Sánchez

 

Tío Alejo relacionaba los días del mes de agosto con cada mes del año. Comenzaba con  el día uno. El dos de agosto correspondía a enero, el tres a febrero y así sucesivamente hasta el 13 que correspondía a diciembre. El día uno era una fecha resumen en las cabañuelas, pues en este día las variaciones meteorológicas que se daban se traducían en la climatología del año en su conjunto. A los profanos explicaba las simbologías en forma de refrán: "Agua de madrugá, no quita obrá", "Cielo aborregao, a los tres días mojao"... Tío Alejo no solía fallar en sus predicciones, incluso en aquellas a largo plazo. En el mes de septiembre, tras las cabañuelas, hacía sus pronósticos particulares: "moscas en enero", "santos en procesión en abril", "riadas en agosto",...  A veces Tío Alejo dudaba, y cuando los agricultores no sabían si salir al campo o no, se reunían a la salida del pueblo con sus bestias cargadas con el hato, dudando si partir al tajo o no hacerlo, mientras la niebla sudaba y apenas dejaba ver unos palmos...

Tío Alejo se fue de este mundo un día de madrugada, dicen que con lo mirada clavada en una nube, mientras desentrañaba su escondido lenguaje. Con ella se fue su alma y su generación, ya no vendrán otras nubes como aquella, preñadas de sueños y esperanzas,  de signos misteriosos y ansiedades. Ya no está Tío Alejo para dialogar con esa imagen blanquecina caprichosa que del amor pasa a la furia.

 

“Nube

blanca,

que vas tan sola en el cielo

y tan alta,

junto a la luna

de plata,

vendrás a parar

mañana,

igual que mi amor,

en agua,

en agua del mar

amarga.”

                   Como aquella nuble blanca. León Felipe

           

            A Tío Alejo lo llevaron en parihuela camino del cementerio. Cuatro hombres portaban la caja, seguida de los familiares y todo el pueblo detrás, en silencio. Los meteoros acompañaron su entierro. Las nubes ocultaron el Sol y una ligera brisa acompañó al cortejo. También las gotas de lluvia se unieron al llanto en homenaje al último cabañuelero, mientras su cuerpo era introducido en el suelo y la pala cubría con su monótono ritmo la cultura milenaria de un pueblo.

                      *Juan Antonio López Cordero

 

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