Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 43. Invierno-2016 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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Baécula*
Hace ya más de veintidós siglos que aconteció la gran matanza. Allí, en la meseta que domina los ríos Guadalén y Guadalimar, coronado el amplio valle, cerca de las minas de plata y del viejo camino de la Bética que atravesaba por los desfiladeros de Sierra Morena. El lugar guarda en silencio el recuerdo de un pasado bélico, sangriento, que ha dejado sus huellas en un suelo donde hoy crece el erial y el olivar.
Mordido espacio, tropa restregada contra los cereales, herraduras rotas, heladas entre escarcha y piedras, áspera luna. Luna de yegua herida, calcinada, envuelta en agotadas espinas, amenazante, hundido metal o hueso, ausencia, paño amargo, humo de enterradores. Detrás del agrio nimbo de nitratos, de substancia en substancia, de agua en agua, rápidos como trigo desgranado, quemados y comidos. Casual corteza suavemente suave, negra ceniza ausente y esparcida, ahora sólo frío sonoro, abominables maeriales de lluvia. Guárdenlo mis rodillas enterrado más que este fugitivo territorio, agárrenlo mis párpados hasta nombrar y herir, guarde mi sangre este sabor de sombra para que no haya olvido. Paisaje después de una batalla. Pablo Neruda.
Los muros derruidos aún muestran el perímetro del amplio campamento, en el lugar donde aconteció una de las batallas más importantes de la antigüedad, donde tímidamente avanzan los arqueólogos de sorpresa en sorpresa y de tarde en tarde. Tras aquella batalla, los hispanos gritaban “rey” a Escipión, pero el invicto general pidió que no lo hicieran. Quizás porque no quería perder el fuerte lazo que le unía a sus soldados, y temía la terrible soledad del rey en la batalla.
Meseta de Giribaile
Tras la batalla la muerte entra en festín, muestra a los humanos supervivientes el rostro del fracaso en su más sangrienta visión. El dolor se extiende por el campo sin consuelo. ¿Cómo pudimos llegar a esta locura?
Al fin de la batalla, Masa. César Vallejo
Hoy los campos de Baécula guardan en su silencio los gritos de la batalla. A los pies de la meseta el olivar emula un ejército en formación y, como aquel, se extiende por los valle y asalta las alturas, mientras arriba el erial se resiste a ser engullido. Es la otra batalla, la de este tiempo, porque la vida del hombre siempre ha sido batallar.
*Juan Antonio López Cordero.
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