Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 33. Verano-2013 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero |
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Dinero*
Dicen que el dinero nació cuando la sociedad primitiva se hizo compleja, le llevó a crear un orden político y un control que facilitara el trueque con un elemento de cambio; para ello se utilizaron alimentos, conchas, metales, piedras preciosas… El oro y la plata terminaron por imponerse, y finalmente el papel-moneda con la garantía y el aval de ese orden.
El dinero y su rueda, el dinero y sus números huecos, el dinero y su rebaño de espectros.
El dinero es una fastuosa geografía: montañas de oro y cobre, ríos de plata y níquel, árboles de jade y la hojarasca del papel moneda.
Sus jardines son asépticos, su primavera perpetua está congelada, sus flores son piedras preciosas sin olor, sus pájaros vuelan en ascensor, sus estaciones giran al compás del reloj. El dinero y su rueda. Octavio Paz.
Cuentan que el dios Jano inventó el dinero, el dios de las dos caras, del principio y del final. El dios Dinero es un culto ancestral que siempre ha tenido concurrida y exquisita parroquia, cuyo primer mandamiento es amar el dinero sobre todas las cosas y atesorar para sí los bienes de los inocentes en la Tierra, prometiéndoles la abundancia de ellos en el Cielo. Su casta sacerdotal representa poder, acumula bienes y trabajo, doblega voluntades y mueve los hilos que rigen el mundo.
Es tanta su majestad, Aunque son sus duelos hartos, Que aun con estar hecho cuartos No pierde su calidad. Pero pues da autoridad Al gañán y al jornalero, Poderoso caballero Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra (Mirad si es harto sagaz) Sus escudos en la paz Que rodelas en la guerra. Pues al natural destierra Y hace propio al forastero, Poderoso caballero Es don Dinero. Poderoso caballero es don dinero. Francisco de Quevedo
Como moscas al pastel van las rapaces al dinero, engrosan las filas de la casta sacerdotal de políticos y banqueros: muestran su rostro incólume, impoluto, aséptico, sabio… mientras ocultan bajo el impecable traje el rostro veraz, sus bajas pasiones, sus más crueles actos, sus miserias mentales, su inmisericordia, su mediocridad...
Mucho fas el dinero, et mucho es de amar, al torpe fase bueno, et omen de prestar, fase correr al cojo, et al mudo fabrar, el que non tiene manos, dineros quiere tomar. ... El dinero quebranta las cadenas dañosas, tira çepos e grillos, et cadenas plagosas, el que non tiene dineros, échanle las posas: por todo el mundo fase cosas maravillosas. ... Él fase caballeros de neçios aldeanos, condes, e ricos omes de algunos villanos: con el dinero andan todos los omes loçanos, quantos son en el mundo, le besan hoy las manos.
Vi tener al dinero las mejores moradas, altas e muy costosas, fermosas, e pintadas, castillos, eredades, et villas entorreadas: todas al dinero sirven, et suyas son compladas. "El Poder del dinero", Libro del Buen Amor. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
Óleo. Ercilia Cepeda.
En los templos del dinero y del poder lucen las arpías siniestras sonrisas, mientras de reojo nos observan. Nos miran como números de sus cálculos estadísticos, de sus macabros discursos de productividad. Quizás por ello nunca se llevaron bien con la poesía. Es un historia de desencuentros, donde el poeta ha sido su azote, la voz de la rebeldía y la apostasía.
¿Dejaremos llevar cobardemente riquezas que han forjado nuestros remos? ¿Campos que ha humedecido nuestra frente dejaremos? … Fuera, fuera, ladrones de naciones, guardianes de la cúpula banquera, cluecas del capital y sus doblones: ¡fuera, fuera!
Arrojados seréis como basura de todas partes y de todos lados. No habrá para vosotros sepultura, arrojados.
La saliva será vuestra mortaja, vuestro final la bota vengativa, y sólo os dará sombra, paz y caja la saliva. Jornaleros. Miguel Hernández.
Al poeta lo han matado muchas veces, de hambre o de trabajo, con afán de silenciarlo, pero nunca han podido, porque la poesía es hija de la libertad y, como tal, un cántico que hace libre al oprimido y da alas al indignado.
Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan. Siempre me matan, me matan, ay, siempre me matan. Me matan si no trabajo. Daniel Viglietti
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