Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 71. Invierno-2023

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Pintando un cuadro gótico

Te muerdo

Tinta de tierra

Campana distante

Poema de amor, Aroa

Reminiscencias invernales

Soneto XXVII

Soneto XXVIII

Obligarse con la mirada

Poseemos un único guía: Jesucristo

Siempre a la luz de la poesía

Un especial encanto místico atrae nuestra atención

La transformación de uno mismo

 


Colaboraciones

Alarcón


Noticias

Certámenes de poesía

 


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 Alarcón*


  

   En la profunda Serranía de Cuenca brota el río Júcar entre cañones, cuevas y torcas, erosionando un paisaje de poesía que contrasta con el páramo castellano, a donde el río no quiso ir. Buscó el mar Mediterráneo llenando de magia su recorrido, que no pudo escapar a la mirada poética.

 

“Agua verde, verde, verde,

agua encantada del Júcar,

verde del pinar serrano

que casi te vio en la cuna

 

-bosques de san sebastianes

en la serranía oscura,

que por el costado herido

resinas de oro rezuman-;

 

verde de corpiños verdes,

ojos verdes, verdes lunas,

de las colmenas, palacios

menores de la dulzura,

 

y verde -rubor temprano

que te asoma a las espumas-

de soñar, soñar -tan niña-

con mediterráneas nupcias.

 

Álamos, y cuántos álamos

se suicidan por tu culpa,

rompiendo cristales verdes

de tu verde, verde urna.

 

Cuenca, toda de plata,

quiere en ti verse desnuda,

y se estira, de puntillas,

sobre sus treinta columnas.

 

No pienses tanto en tus bodas,

no pienses, agua del Júcar,

que de tan verde te añilas,

te amoratas y te azulas.

 

No te pintes ya tan pronto

colores que no son tuyas.

Tus labios sabrán a sal,

tus pechos sabrán a azúcar

 

cuando de tan verde, verde,

¿dónde corpiños y lunas,

pinos, álamos y torres

y sueños del alto Júcar?”

 

               A mi primo Rosendo. Gerardo Diego.

 

   Quiso el río Júcar labrar una obra de arte. Tomó su estilete y trazó tajos profundos y giros perfectos sobre el terreno, esculpiendo un singular relieve. En uno de sus tramos, creó una pequeña península elevada con un estrecho istmo. Después vino el hombre, como siempre, batallando entre sí en periódicas oleadas de robos y saqueos entre tribus. Una tribu halló en aquel capricho del Júcar el refugio perfecto. Se instaló en el elevado promontorio defendido por la hoz cerrada del río y allí encontró su seguridad. Nació un poblado protegido del mundo violento, y la seguridad le dio desarrollo económico, comercio y riqueza en el camino que iba de la costa de Levante al interior de la Península. El hombre se unió a la poesía del Júcar y el río a la historia.

 

“Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño

que sueña no soñar y que la muerte

que teme nuestra carne es esa muerte

de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo

de los días del hombre y de sus años,

convertir el ultraje de los años

en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso

un triste oro, tal es la poesía

que es inmortal y pobre. La poesía

vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,

lloró de amor al divisar su Ítaca

verde y humilde. El arte es esa Ítaca

de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable

que pasa y queda y es cristal de un mismo

Heráclito inconstante, que es el mismo

y es otro, como el río interminable.”

            Arte poética. Jorge Luis Borges

 

   Pasó el tiempo, las batallas dejaron paso a la paz, y las rutas comerciales siguieron mejores caminos. El pueblo fortificado perdió su sentido. De Alarcón (la fortaleza) se fueron los comerciantes, los clérigos, los nobles, los soldados y los criados. Quedó un pueblo menguado, entre torres y muros de esplendoroso pasado, donde el singular lugar y el recuerdo de la pluma de don Juan Manuel y la espada de Alfonso VIII quieren retornar al viajero.

 

Castillo de Alarcón. Cuenca. | -----------------------------… | Flickr

 

“En mi patria hay un monte.

En mi patria hay un río.

Ven conmigo.

La noche al monte sube.

El hambre baja al río.

Ven conmigo.

¿Quiénes son los que sufren?

no sé, pero son míos.

Ven conmigo.

No sé, pero me llaman

y me dicen ‘sufrimos’.

Ven conmigo.

Y me dicen: ‘tu pueblo,

tu pueblo desdichado,

entre el monte y el río,

con hambre y con dolores,

no quiere luchar solo,

te está esperando, amigo’.

Oh tú, la que yo amo,

pequeña, grano rojo

de trigo,

será dura la lucha,

la vida será dura,

pero vendrás conmigo.”

              El monte y el río. Pablo Neruda.

 

  Yo, viajero, he vuelto de nuevo, entrando bajo tus puertas como otros hicieron en el pasado. Ya no hay que llamar. Están abiertas. Otros pendones ondean sobre sus torres, con el mismo paisaje, oteando el horizonte, sabiendo que ya no cabalgan jinetes, ni los siguen los peones, ni acechan las mesnadas. No se oyen tañer las campanas de las parroquias, ya no llaman a rebato, ni tan siquiera a misa. Pero la magia envuelve los cañones del Júcar y asciende por los muros y torres de Alarcón, penetrando en el castillo, hoy parador nacional, donde descansan muchos de los que buscan tu poesía.

 

                   *Juan Antonio López Cordero.

 

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