Cristóbal Francisco Fábrega Ruiz

Nací en la ciudad, española y norteafricana, de Melilla en la primavera de 1961, pero en realidad me siento de un pequeño pueblo de Almería llamado Tabernas de donde eran mis padres, mi abuelos y la mayor parte de mis primos y tíos. He vivido en distintos lugares ( Tabernas, Ronda, Almería, Granada, Madrid, Quintana del Puente en Palencia, y Bilbao), para terminar recalando en Jaén donde en 1978 se trasladaron a vivir mis padres, habiéndome replantado en esta ciudad donde ejerzo como Fiscal y profesor de su Universidad.

             Desde muy pequeño tuve afición por la lectura y una cierta inquietud artística que me llevo a la escritura como medio debido a mi falta de cualidades para cualquier otra de las Bellas Artes. Quizás también por una cierta tradición familiar de escritores modestos en mi familia. Pronto descubrí la poesía como forma de expresión y, sobre todo, de catarsis sentimental y con una intención mas de consumo privado que de conocimiento publico. Por ello, mis publicaciones han sido escasas ( alguna revista universitaria o local) y me he abstenido de participar en premios o certámenes. Mi  currículo poético es, por ello, escaso, centrándose mis publicaciones ( cinco monografías y una cuarentena de trabajos) en temas profesionales y en pequeños ensayos. Solo la invitación amable y directa de Claustro Poético ha hecho que comience a publicar en su revista de forma periódica.

             Mis influencias son variadas y, en algunos casos, tópicas. Lorca, los Machado, Miguel Hernández, Bécquer, algunos de los autores de la Generación de los 50 como Ángel González, Neruda, Cesar Vallejo, Pessoa, Gabriel Celaya y, sobre todo, Cernuda ( no en vano mi único proyecto de libro se titula con un verso suyo: El amor desbocado se desata). También me considero influido por autores de “ menor prestigio” como Gloria Fuertes, José Martí, Amado Nervo o García Calvo. De la poesía actual me he quedado en la “ nueva sentimentalidad” de Luís García Montero y en algunos músicos poetas como Moustaki, Aute o el jiennense Sabina. He de decir, no obstante, que, muchas veces, no hay grandes poetas sino grandes versos y, para mí, una frase que me transmita una emoción desconocida justifica ya toda una vida dedicada a la poesía por su autor.

             Por último, aunque la poesía sea forma, que lo es, una poesía que no se apegue a lo humano ( a sus sufrimientos, a sus alegrías, a sus sentimientos) carece de interés. Solo concibo una poesía que busque cambiar el mundo y, lo más difícil de todo, que sea capaz de cambiarnos a nosotros mismos.

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